El día de mi 31 cumpleaños

Cogemos nuestro nuevo coche, una Chrysler Voyager XXL y nos hinchamos a hacer millas como alma que lleva el diablo a ritmo de persecución. Los 31 palos me perseguían implacablemente y se me echaron encima todos juntos en Toronto y no nos quedó mas cojones que zamparnos unas Pizzas pa'celebrarlo.Con el buche a rebosar y desafiando la ventisca, nos dispusimos a buscar alojamiento para aparcar nuestra casa con ruedas. 40 pàjaros uno tras otro nos esperaban debajo del limpiaparabrisas en forma de multita amarilla.
Una vez encontramos acomodo,frente a unos cubos de basura a las afueras de ciudad,nos dispusimos a hinchar lo inhinchable (un colchón regalo de Tom) de forma sigilosa y en un espacio que a todas luces se nos antojaba insuficiente. No queríamos levantar sospechas de nuestra presencia en dicho barrio con movimientos sigilosos y susurros.Hasta que el motor hinchador se asemejó a una manada de bùfalos en celo,con el consiguiente ataque de risa y descojone.
Una vez todo lo hinchable estuvo hinchado,nuestras sospechas se hicieron ciertas: no cabíamos. El colchón deforme no hacía sino aproximar los cuerpos desnudos del Chino y JL, y yo...con 31 castañas recien cumplidas, me veía atravesado y doblado como una alcayata, con las cabezas de estos mendrugos amenazando con hacerme pasar la peor noche de mi vida, que sin duda lo fué cuando a las 3h mi riñón y vejiga pedían tiempo muerto y el corvejón, sin nada que envidiar a un calipo de limón se enfrentaba a una brisa polar que entraba por la rendija escapa gases.
Mis dos increibles amigos dormían plàcidos impasibles ante mi extremo sufrimiento y mi cuerpo moribundo agradeció el desayuno continental y la charla y café de un caballero canadiense de 76 años Farenheit.

Estas son las aventuras y desventuras, de un cumpleaños muy especial en el que no he parado de partirme el culete y he estado al borde de la muerte en diversas ocasiones.

Gracias Miguel